top of page
Buscar

Una mirada psicológica al desempleo

El trabajo, es un factor importante en nuestra identidad personal, no solo nos aporta un nivel económico o salarial, sino que también podemos considerarlo una fuente de bienestar y equilibrio psicológico y social, formando así la identidad profesional.


Cuando una persona busca empleo por primera vez o ha trabajado durante años y repentinamente se encuentra en una situación de desempleo, puede llegar a experimentar una serie de repercusiones emocionales, psicológicas y sociales. Así lo afirma la Asociación Psicológica Americana (APA) “las personas desempleadas corren el doble del riesgo que las personas empleadas de sufrir problemas psicológicos tales como depresión, ansiedad, síntomas psicosomáticos, bajo bienestar psicológico y pobre autoestima”.

 

En el caso de los jóvenes, el desempleo prolonga la dependencia de los padres y provoca un estado de agresividad y de rebelión que, poco a poco, puede derivar en otro de marginalidad.  Los jóvenes viven el desempleo como un fracaso y esto puede aproximar a la depresión, reducir sus relaciones sociales, consumo de sustancias y aumentar su pasividad. Se suelen recluir en casa y experimentan vergüenza ante la familia y el entorno. Abrumados por sentimientos de apatía y resignación.



En el caso de los adultos pasan, en general, por varias fases ante un despido. Primero experimentan un shock, se sienten sorprendidos por la noticia, desorientados y tienen miedo. Después, llega un punto en el que tienen la necesidad de buscar trabajo y, ante los repetidos fracasos, se sienten ansiosos e irritables, una fase que puede durar varios meses y que puede derivar en distintos trastornos emocionales y psicofisiológicos (trastornos del sueño, de la alimentación, episodios depresivos y trastornos de ansiedad).


En ambos casos, tanto en jóvenes como en adultos, se produce una afectación de la autoestima. Esto ocurre porque el empleo se entiende como un medio para que las personas obtengan los ingresos que requieren para satisfacer sus necesidades básicas. Es una necesidad primordial en sí misma, en tanto otorga al ser humano un sentido de reconocimiento y de utilidad en la sociedad.


Según el modelo del cambio social de la psicología comunitaria se debe buscar modificar el funcionamiento del sistema social. Las consecuencias del desempleo demandan la puesta en marcha de políticas públicas que tengan como prioridad la reducción del desempleo y atender los efectos asociados a la perdida de ingreso.


Tales efectos vitos de manera general provocan ansiedad, tensión, angustia y preocupación, y, algunas veces pueden llevar a sufrir una depresión. Además, tiene efectos sobre la estructuración de nuestra vida diaria. Pero, ¿Qué pasa si no se tiene nada? Si esta situación de desempleo se alarga en el tiempo, es probable que empecemos a sentir desesperanza o sentimientos de culpabilidad por encontrarnos de esta manera. También cambia nuestra red de relaciones. Y así día tras día, también cambian nuestros ánimos y esperanzas de mejorar.


Si, además, la persona desempleada es constantemente expuesta a acontecimientos negativos y situaciones estresantes que no puede controlar (no le concedan una ayuda económica que había solicitado, no lo seleccionen para un trabajo en el que había puesto todas sus esperanzas, etc.), el mensaje psicológico que la persona traduce de todo ello es: “¡Haga lo que haga, no sirve de nada!”, con lo cual acaba pensando que todos los acontecimientos negativos que le ocurren son debidos a su propia incapacidad, mientras que, si le ocurre un acontecimiento positivo, lo atribuye a factores externos o a la ayuda de terceras personas.


Por ello, aprende que responder es inútil. Progresivamente va aprendiendo a tolerar este estado, y se siente con menos ganas de hacer esfuerzos. Por tanto, la larga duración puede pasar de este estado de indefensión aprendida a correlacionarse con una depresión clínica, y a otros trastornos del estado de ánimo. Si se agudiza y prolonga, entrarán en fase de agotamiento, ocasionándose respuestas psicosomáticas de carácter crónico.



Esto me lleva a preguntarme ¿Qué pasa con los indigentes? Aquellos que son “incapaces crónicos”. Este grupo tiene diversas vulnerabilidades, y desafortunadamente la mayor es la invisibilidad. Existen investigaciones del tema, pero desde la perspectiva negativa del impacto que tienen en el país, no desde las consecuencias psicológicas, ni de los riesgos de salud que tienen, ni de su alta probabilidad de desarrollar algún desorden mental.


Las principales causas de la indigencia se pueden dividir en dos grupos: personales y sociales


En cuanto al primer grupo, algunos potenciadores del riesgo de caer en esta situación, son aquellos que comprendemos como determinantes neurobiológicos: es decir, aquellos que propician a psicopatologías que no son tratadas adecuadamente, y a experiencias que han sido traumáticas como, abuso sexual o físico, conflictos o violencia intrafamiliar, abuso de sustancias, entre otros;


El segundo grupo da cuenta de la economía: vivir con bajos ingresos, la inestabilidad, y la mala planeación familiar a causa de la escasez de recursos. Y la exclusión social por pertenecer a algún grupo minoritario, vulnerable, o discriminado, ya sea por raza, religión y/o preferencias. También


Si bien no son los únicos elementos que contribuyen a que una persona se vuelva indigente, son factores de riesgo que si no se tienen las redes de apoyo adecuadas o el tratamiento necesario para ciertas enfermedades o psicopatologías, pueden desencadenar en vulnerabilidades, que al mismo tiempo se vuelven consecuencias de este fenómeno social. Algunas de ellas pueden ser:


1. Invisibilidad

La mayor parte de la sociedad no muestra interés por los indigentes, en la mayoría de los países. Son vistos, pero no tomados en cuenta.

2. Propensión a presentar síntomas o desarrollar alguna enfermedad mental

El hecho de no tener un techo altera sus capacidades mentales, hasta el punto de desarrollar patologías. Las más comunes dentro de este grupo son la depresión y la esquizofrenia, además de trastornos derivados por distintas sustancias.

3. Propensión a contraer una enfermedad

Los indigentes están expuestos a cualquier virus o bacteria y a temperaturas extremas sin posibilidad de prevenir enfermedades a causa de estos agentes o situaciones.

4. Riesgo elevado de encarcelamiento

El hecho de no tener un techo provoca que los indigentes estén en riesgo de ser aprehendidos por cuerpos policiales al realizar todas sus actividades en zonas públicas, ya que están algunas de ellas prohibidas.

5. Propensión a uso y abuso de sustancias. Al no tener dinero para una comida digna, muchos optan por consumir sustancias tóxicas para mantenerse sin hambre o en un estado de “bienestar” aunque la situación demande lo contrario.

6. Desempleo y oportunidades limitadas para conseguir uno, oportunidad de conseguir un empleo se ve drásticamente reducida por no contar con los requisitos de los puestos de trabajo.

7. Falta de educación formal y ausentismo escolar.

8. Riesgo de accidentes y de muerte prematura

El hecho de estar expuestos a enfermedades, hace que su posibilidad de muerte prematura aumente. Además, al no estar protegidos, no tener sentido de orientación, estar alcoholizados, drogados o presentar alguna enfermedad mental se eleva el riesgo de tener un accidente.



¿Qué hacer para ayudar a estas personas?

La labor de los psicólogos, trabajadores sociales y personas interesadas es realmente llegar hasta este grupo, detectar necesidades, proponer estrategias e implementar planes de acciones que hagan que puedan retomar una vida digna, consigan un trabajo y, en caso de tener alguna enfermedad ya sea física o mental, puedan ser tratados.


Lo rescatable de todo esto, es que ante una misma situación, no todas las personas reaccionan de la misma manera. Hay desempleados con personalidades resilientes, que han tomado esta nueva situación como una oportunidad para el cambio. Estas personas atenúan mejor sus emociones negativas, incluso en situaciones de intensa ansiedad. Entendiendo que, mucho tiene que ver su historia y su capacidad de adaptación a los cambios, porque mentalmente son libres de patologías o traumas inmovilizantes, como es el caso de un indigente


Entonces, ¿Cómo combatir los sentimientos negativos que provoca el desempleo para no llegar a mayores padecimientos?

Para no ser presas de una indefensión aprendida y que se vuelva crónica en el tiempo, existen diversas medidas que pueden resultar útiles para recuperar la sensación de control en nuestras vidas:

1. Tomar conciencia: Analiza las dificultades que se te presentan, para ver los esfuerzos que debes realizar.

2. Expresa los sentimientos negativos: Tras expresar nuestra sobrecarga emocional, es necesario comenzar a poner soluciones.

3. Realizar una planificación económica: Detallar mensual o semanalmente, todos los gastos fijos que existen y los ingresos de los que se dispone, y, a partir de aquí, tomar decisiones como valorar nuevas alternativas

4. Desarrollar una agenda como si fuera una jornada laboral: Para sentir que tenemos el control de nuestra vida, es recomendable tener una rutina; dedicar unas horas para la búsqueda de empleo, otras para la formación, crear hábitos saludables (deporte, relajación…)

5. Aprender a manejar los síntomas negativos.


Por ende, es importante entender que el desempleo provoca un malestar psicológico que necesita de una atención especializada y dirigida, ya no para la búsqueda de empleo, sino para la reconstrucción de la persona que se ha ido desgastando por el camino.


Así como también, necesita de la empatía social, de que dejemos de ver al desempleado como culpable de la situación en la que se encuentra, pensando que lo que diferencia a su situación de la nuestra, es algo distinto a la suerte, cuando en la mayoría de los casos no es así.






Comentários


bottom of page