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Recordar para ser Libres

“De forma que la memoria sirva para la liberación y no para la servidumbre de los hombres” J.Le Goff Las calles son, fueron y serán del pueblo. Calles testigo, calles que esconden, calles que gritan al unísono de quienes las caminan en marchas y manifestaciones. Espacios de resistencia, “lugares de memoria”. Son estos espacios públicos sinónimo de memoria, construcción colectiva de sentidos y experiencias.

La memoria según Pierre Nora es la vida llevada adelante por los grupos vivientes, por lo cual se entremezclan las vivencias tanto individuales como colectivas. El historiador francés señala la diferenciación entre la historia como un recurrente estudio del pasado y de la memoria como una constante vivencia del presente.

“La memoria tiene su raíz en lo concreto, en el espacio, el gesto, la imagen y el objeto. La historia sólo se ata a las continuidades temporales, a las evoluciones y a las relaciones entre las cosas. La memoria es un absoluto y la historia sólo conoce lo relativo”

Para Andreas Huyssen, el análisis de la memoria es una característica de las sociedades occidentales y sitúa un acrecentamiento en los discursos sobre la memoria en los años ochenta, principalmente en Estados Unidos y Europa, a partir del debate generado sobre la exhibición del horror de la Segunda Guerra Mundial.

En esa línea, se instala públicamente el tema de la memoria, debido a la necesidad de frenar los procesos amnésicos relacionados con el olvido. El temor de los pueblos y de los grupos que han sufrido o que luchan por la pervivencia del presente y la búsqueda de la justicia. Según Huyssen, el giro hacia la memoria recibe un impulso subliminal del deseo de anclarnos en un mundo caracterizado por una creciente inestabilidad del tiempo y por la fracturación del espacio en el que vivimos. El miedo al olvido no es un riesgo que podemos correr.

Militar justicia y memoria es ámbito de la historia reciente, campo disciplinar complejo y polémico a la hora de analizar. Se nutre de vivencias mayormente subjetivas, emocionales, marcadas por las heridas tanto físicas como psicológicas que ha dejado en sus protagonistas. Nos interpela, es un acto de naturaleza política absoluta.

La argentina Florencia Levin nos aclara al respecto al expresar “cuando hablamos de pasado cercano nos referimos a un pasado de naturaleza inacabada (…) un pasado abierto e inconcluso cuyos procesos individuales y colectivos interpelan nuestro presente”

Hoy 24 de marzo “Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia”, verá las calles vacías debido al aislamiento social decretado por el gobierno nacional argentino, más no estará vacío de memoria y sentir. El “Pañuelazo Blanco” será el puño en alto de un pueblo que clama por “más memoria, verdad y justicia” en recuerdo al inicio de la última dictadura cívico militar argentina.

Argentina 1976, Uruguay 1973, mismo pedido cada 20 de mayo en la Marcha del Silencio, recuerdo por aquellos detenidos - desaparecidos. Ya no tenemos una calle, sino un río que entrama un mismo proceso histórico con particularidades propias de cada espacio.

El ejercicio del terror encontró su representación en Dictaduras Cívico Militares que vieron acontecer los países del Cono Sur y a las complicidades que los unían. La aplicación sistemática de detenciones arbitrarias, torturas, ejecuciones extrajudiciales y desapariciones forzadas fueron cometidas por las fuerzas de seguridad e inteligencia de la dictadura uruguaya en colaboración con autoridades argentinas, en el marco de la doctrina de seguridad nacional y de la llamada “Operación Cóndor”.

La aplicación del mecanismo de “desaparición forzada” y la eliminación de toda huella, es característica propia de las dictaduras latinoamericanas, las cuales utilizaban la práctica de detención/tortura/asesinato/desaparición, como un ejercicio propio del terror, que apelaba a la desubjetivación de los individuos, la pérdida total de humanidad, perdiendo de vista cualquier respeto por la vida y los derechos del sujeto que estaba adelante. La pérdida de humanidad sinónimo de perder la identidad, aquello que nos define y reconoce como individuos.

Este proceso deshumanizante se iniciaba desde el momento de la detención en los centros clandestinos, de ahí en más, cada detenido pasaba a ser un número más dentro de la larga lista de “enemigos, amenazas” a eliminar. Luego la incomunicación se convertía en un mecanismo de coacción que apelaba a la destrucción interna del individuo, al igual que lo hacían con aquellas detenidas que estaban embarazadas al sustraerles sus hijos, casi como una manera de eliminar cualquier transmisión de identidad; esto no era suficiente, había que apropiarse también de la muerte, del último respiro y de sus cuerpos.

La no existencia material de un cuerpo, busca desconocer la existencia de un sujeto, de una identidad y por ende la posibilidad de que esos individuos puedan ser parte de una historia; de ahí, la trascendente tarea de NO OLVIDAR.

Ese cuerpo que no está, esa fosa común con cuerpos sin identificar, son el corazón latente del pedido de JUSTICIA. Quisieron callarlos, eliminarlos, pero no pudieron, hicieron más fuertes a los que quedaron. Nuestros desaparecidos nos duelen en el cuerpo, nos atormentan de saber el calvario que padecieron en manos de los militares perpetradores del terror.

Una vez más la historia reciente nos interpela para exigir el cese a la impunidad de todos los responsables del terrorismo de estado que aún siguen sin ser juzgados, sin hablar. Es el repudio a la falta de voluntad política para el esclarecimiento de los horrores de la época más oscura de nuestro país.

Mientras en Uruguay aún estamos lejos de lograr verdad, reparación y justicia para las víctimas de violaciones a los derechos humanos perpetrados en dictadura. En Argentina se logró avanzar a paso firme a partir de 2003 con la asunción de Néstor Kirchner, quien prometió “juzgar a todos los culpables ante la justicia con todos los derechos que ellos les negaron a sus víctimas”

En nuestro país no solo es regla la impunidad, la prisión domiciliaria de los genocidas, ahora sumamos un partido militar en el parlamento votado por un 11% del electorado, llegando al poder en el marco de una alianza conservadora, neoliberal que suma adeptos al silencio ante los crímenes de lesa humanidad. Hoy, ante la falta de voluntad política para poner fin al silencio y castigar fervientemente a los perpetradores del odio, es necesario EXIGIR la apertura de todos los archivos de la dictadura, la eliminación de los pactos de silencio, la cárcel común para los culpables, y por sobre todos los reclamos, HOY Y SIEMPRE que nos digan ¿DÓNDE ESTÁN?

Por un grito de NUNCA MÁS que haga temblar las calles, sus pañuelos blancos,“enciende los candiles que los brujos piensan en volver, a nublarnos el camino”, recordaremos y seremos libres.




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