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Muchas preguntas, pocas respuestas

¿Como hablar de nueva normalidad? ¿Podemos asumir que la vida que llevábamos antes de la pandemia era normal? Eso es algo que no puedo precisar.

Desde Marzo que me encuentro resguardada para cuidarme y para colaborar con la sociedad. Por lo menos, eso creo que hago. Respeto las normas y me siento orgullosa por aportar mi granito de arena. Sin embargo, ¿qué puedo esperar del resto? Durante este periodo de cuarentena, vi como brotaban los peores demonios internos de las personas. Los vi ignorar recomendaciones para el bien de su salud, vi como despreciaban la vida del prójimo, vi cómo a medida que pasaban los días, se perdían los valores en medio de una crisis económica mundial. Parece ser que, aun en las peores situaciones, uno mantiene vivo un hilo de esperanza, todavía creo que existe gente buena, todavía siento que existen las buenas intenciones, esas que se llevan a cabo sin pedir nada a cambio. Esto es como el yin yang, esas energías que son necesarias para mantener el equilibrio universal. Entonces, ¿No puede existir el bien sin el mal y el mal sin el bien? A veces da la sensación de que la balanza se inclina más hacia un lado que para el otro. Y volvemos a los extremos. Yo solo quiero sentir armonía, y en ocasiones me vuelvo hacia mí. La única forma en que puedo obtenerla es mis afectos, en ese pequeño e ínfimo circulo en el que me encuentro dentro de otro tan inmenso como es el planeta. Mi circulo es mi familia, mis pequeñas cosas, eso que me hace feliz, ese pequeño momento en el que siento paz y una satisfacción plena. Esas acciones que llevo a cabo que me llenan realmente. ¡Pero paren un poco! ¿Estoy siendo egoísta? ¿Dónde quedo mi participación colectiva? Debería estar avergonzada por sentirme feliz en aspectos tan individuales de mi vida. De pronto me convertí en un fractal en el que se repite una y otra vez, eso que me importa nada más que a mí. ¿Y saben qué?, esta muy bien, eso me digo una y otra vez. Esta muy bien que se sientan contenidos y felices con algo tan simple como una llamada telefónica a un ser querido. Está muy bien sentirse pleno porque lograste cumplir un objetivo. Esta perfecto valorar que, todas las mañanas tenes algo caliente para desayunar y lo podés compartir con tu familia. Por lo tanto, podrás entender que, si somos tan afortunados de tener todo eso que tenemos y lo valoramos, también podemos entender que la meritocracia no existe. Así es, eso que creemos tan pequeño e individual, si abrimos un poco la mirada, nos daremos cuenta de que, hay muchos que no pueden si quiera disfrutar de esas pequeñas cosas. Y si, el mundo parece ser una mierda. Y acá estamos, librando nuestras propias batallas, mejor reneguemos menos, disfrutemos mas de nuestra buena fortuna, de nuestros afectos, de nuestros logros. Y, por otra parte, opinemos menos del resto, critiquemos menos al otro, ayudemos mas si podemos, colaboremos desde algún lugar que podamos, del que nazca. Después de todo, nunca sabemos cuando puede llegar una pandemia al mundo y sacudir por completo y poner en jaque a un planeta entero. Pensemos de esta forma, estamos acá para cumplir un ciclo, un movimiento circular proyectado en el tiempo, donde lo que muere sirve de nacimiento para la repetición del mismo ciclo. Entonces, ¿qué huella queremos dejar? ¿Qué semilla vinimos a plantar? Tal vez este texto, tiene muchas preguntas, y pocas respuestas. Pero si lo lees y te quedas pensando sobre algo de todo lo que escribí. Puedo decir que hoy, aquí y en este mismo instante, deje un pedacito de mi para dártelo a vos que me leíste. Te llamo a la reflexión y te abrazo. Buena vida.



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