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Militar y Resistir en tiempos de Cuarentena

“Si no creyera en lo más duro

Si no creyera en el deseo

Si no creyera en lo que creo

Si no creyera en algo puro”

Silvio Rodriguez


“Me siento inútil, necesito salir a militar” ha sido una de las frases que más he usado en este mes y medio de Cuarentena que llevamos en Uruguay. No pasa una charla con alguien que haya militado a mi lado al que no le traslade esta sensación de inutilidad y paralización en la que me encontré las primeras semanas de aislamiento. Mi vida cambió y junto con mi hijo tuvimos que adaptarnos a la “nueva normalidad” al decir del presidente Luis Lacalle Pou.


Desde el 14 de marzo, mi profesión como docente y las condiciones laborales en que he sabido trabajar todos estos años, cambiaron. El aula ahora es la mesa en la que almorzamos y cenamos todos los días, el barullo de las clases se transformó en la notificación del mail que me indica que un estudiante ha colgado una tarea, hecho un comentario o enviado un mensaje por una plataforma virtual que recién ahora estoy aprendiendo a manejar.


Ya no hay salones de clases con adolescentes efusivos pidiendo a gritos todos a la vez un poco de atención. Los extraño. Y mientras más quiero mi normalidad más me hundo en incertidumbre.


La sensación de quietismo, paralización me agobia y de ahí la percepción de inútil. No me resultó muy difícil reconocer que esto venía asociado a la falta de militancia sindical, en las formas que todos las conocemos y de ahí la urgente necesidad de resignificarla.


La militancia hoy viene aún más unida a la resistencia. Frente a un gobierno de derecha que muestra sin ninguna vergüenza su política neoliberal y su avanzada contra los sindicatos con el único fin de acallarlos, aislarlos y destruirlos, resistir se convierte en un imperativo urgente y esencial.


Resistir es freno, es valentía y creación de algo nuevo. Estamos creando una nueva forma de militar y resistir, una nueva sensibilidad. Mientras desde el gobierno intentan mantenernos desmovilizados con la excusa del distanciamiento social, somos los militantes quienes tenemos que hacer sacudir las bases.


Se me estruja el pecho al saber la realidad de mis estudiantes, aquellos que si no van a la olla popular no comen o de las familias que esperan la canasta de las distintas organizaciones sindicales y sociales para sobrellevar el alimento semanal.


¿Dónde queda mi sensación de inutilidad cuando pasé tardes enteras saliendo a repartir canastas? ¿Qué lugar adquiere la militancia cuando aún en tiempos de aislamiento, miles de compañeras y compañeros a lo largo y ancho del país se organizan para estar del lado del más vulnerable, ocupando los vacíos del estado?


En estas semanas de aislamiento físico, tan servil a los intereses de un gobierno que muestra desprecio por las movilizaciones populares, tenemos que repensarnos en el marco de un 1 de Mayo que nos encuentra con cerca de 80000 personas en seguro de paro. Con una crisis capitalista que se agudizará en los próximos meses y que nos rememora la peor cara de la crisis del 2002, con elementos que nos hacen prever que esta será mucho peor.


Nos enfrentamos a un gobierno que pese a esta situación decidió seguir con el aumento de tarifas públicas, con precios de alimentos que no paran de crecer, acompañado de un discurso hegemónico que copa los medios de comunicación al servicio de los intereses empresariales y los caprichos del gobierno multicolor.


¿Cómo no querer salir a las calles ante todo esto? ¿De qué manera nos hacemos sentir y mostramos nuestro rechazo a estos dos meses de gobierno y el manejo de la pandemia?


Por si esto no fuera poco, tenemos que escuchar al Senador Gral. Guido Manini Ríos cuestionando ¿Hasta cuándo se seguirá procesando a militares octogenarios por hechos ocurridos hace 50 años?


Seguiremos gritando que hasta siempre, hasta que todos los culpables por los delitos de lesa humanidad ocurridos en Dictadura reciban condena judicial. Hasta que se termine la impunidad y la complicidad militar. Porque no nos cansamos de pedir VERDAD, MEMORIA Y JUSTICIA. Y mientras la indignación por estos dichos nos volvían a mostrar los límites mentales de la resistencia, un atizbo de luz y justicia nos hacía volver a creer en la Militancia como Sinónimo de libertad.


El pasado miércoles la justicia uruguaya procesó a 25 años de prisión al coronel José Nino Gavazzo como coautor del homicidio muy especialmente agravado del maestro y periodista Julio Castro, secuestrado y asesinado en 1977. Sonreímos porque la justicia llegó, nos emocionamos al decir Maestro Julio Castro PRESENTE!


Mientras termino de escribir este texto, apenas una catarsis sin rigurosidad teórica, la militancia y la resistencia recibe un nuevo embate, el gobierno ingresó al Parlamento la Ley de Urgente Consideración, compuesta por 502 artículos que modificarán aspectos en materia de seguridad, educación, economía, vivienda, salud, seguridad social, etc. Si el parlamento no toma una decisión en 90 días la ley estará aprobada. La misma supone un atropello a la democracia y las libertades sindicales, es una ley antipopular, privatizadora y mercantilista.


Hoy ya no me siento inútil, hoy entendí que este es un momento de preparación para algo mayor. Momento de lectura y formación teórica. Momento de silencio para luego ganar el ruido de las calles. Momento de organización y fortalecimiento de las bases, de tomar consciencia de sí, del “sujeto revolucionario” al decir de Gramsci. Las calles son del pueblo y no las callarán, el movimiento sindical es una fuerza histórica revolucionaria que no se agota en cuarentena, coronavirus y aislamiento social.





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