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Construyendo Memoria

El presente texto busca contar de manera directa, escueta y clara, algunos acontecimientos y atrocidades que se han vivido durante la ultima dictadura militar en Argentina. Este relato no lo encontrará fácilmente en los manuales de historia de una escuela por lo que, si llegó aquí, no se vaya, trate de clarificar aquello que nunca le cerró ¿Y sabe por qué? porque los acontecimientos le han sido contados de boca y puño de los grandes poderes de este país. La noche nos viene llegando un 1° de Julio de 1974 con la muerte del único líder capaz de conducir a la Argentina en tiempos tormentosos: Juan Domingo Perón. Junto a él, muere también la esperanza del pueblo peronista. Este período desemboca en el llamado Proceso de Reorganización Nacional.

El 24 de Marzo de 1976 los Militares -Ejército, Marina y Aeronáutica- dan un Golpe de Estado. Las tres fuerzas actúan en conjunto con los grandes grupos de poder de nuestro país, a saber: la Sociedad Rural Argentina, la Iglesia Católica, el gran diario argentino Clarín, la Ford, Ledesma, la revista GENTE, el diario La Nación, entre muchos otros. Es obligación, de ahora en más, que relacione a estas empresas con la época más oscura que nos ha tocado vivir como sociedad.

El golpe del '76 fue facilitado por los errores de mucha gente, pero sobre todo del gobierno peronista y de la guerrilla, que para entonces se dedicó a acciones absurdas y temerarias como el asalto al Batallón Domingo Viejobueno de Monte Chingolo y en donde mueren muchos guerrilleros. Este contexto actúa de alfombra roja para el Golpe y será aprovechado por Videla, quien dirá: "Hay noventa días para que el gobierno se rectifique y si no, vamos a dar el golpe". El mismo que fue sostenido, requerido y exigido por grupos civiles económicos importantísimos del liberalismo argentino, que querían (lea bien) la destrucción del Estado, la libertad del mercado, la libertad de capitales y un capitalismo financiero. Finalmente, como usted ya sabe, asumirá al gobierno una Junta de comandantes de las tres fuerzas, con figuras que se disputan el cargo: Jorge Rafael Videla, a quien por sus rasgos llaman La Pantera Rosa; Roberto Viola y, Emilio Massera, marino y el personaje más oscuro de la dictadura. Rápidamente, Videla será designado presidente provisional.

A partir de entonces, la nueva dictadura usará la lucha subversiva como excusa para disciplinar a la sociedad. El general Saint Jean, un militar duro, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires (del '76 al '81) dirá en uno de sus discursos: "Nosotros, los militares, primero vamos a matar a los subversivos, después a los cómplices, después a los familiares, después a los indiferentes y, por ultimo, a los tímidos." Comprende bien, matarían también a quienes querían pasar desapercibidos, porque el grado de impunidad era absoluto. De aquí (trate de sentir), el terror social. En la misma línea, Videla dirá con su voz de milico particular: "¡Vamos a continuar la lucha contra la subversión hasta terminar con su total aniquilamiento!" Es por ello que la palabra subversivo se extendió a todo aquél que no estuviese de acuerdo con la dictadura (imagínese por un instante aquello y tráigalo a nuestros días), estos eran: estudiantes, trabajadores, artistas, sindicalistas, profesores que no habían hecho más que poner en sus bibliografías un libro de Paulo Freire o de Marx. Motivo suficiente para ser fusilado.

Para este entonces Chile, Uruguay, Paraguay y Bolivia ya se encontraban bajo dictaduras militares, cuyos oficiales fueron entrenados por comandos norteamericanos y franceses. Estos últimos eran los más sanguinarios y (adivinó) Jorge Rafael Videla se mostraba como un alumno prodigio de los franceses. Tal es así que en Argentina se había llegado a un grado extremo de represión y de crueldad, como la instauración de campos de concentración clandestinos, que no habían existido bajo ninguna otra dictadura.

Para 1976 ya funcionaban más de 350 de estos centros clandestinos, siendo los más activos: la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), El Vesubio, La Perla, el D2 de Córdoba y Escuelita de Famaillá, en Tucumán.

Grupos de tarea secuestraban a los presuntos subversivos en sus hogares, sus trabajos o en la calle a plena luz del día, es decir, frente a todo el mundo.

Antes de efectuar el operativo, los jefes del grupo, pedían zona liberada para no tener que cruzarse con otras fuerzas de seguridad o policíacas. Una vez secuestrado, el detenido era llevado a algún centro clandestino de detención, donde se lo torturaba durante horas, días, semanas. Meses. Años. El fin era obtener los nombres de otros compañeros que también serán secuestrados y torturados.


Desde los principales medios se invitaba a denunciar a todo aquel que resultase sospechoso o subversivo. Y esta campaña no solo será reproducida por los medios estatales, sino que contaba con el apoyo de sucios periodistas cómplices que hasta hoy salen campantes por la tevé y que estarán eternamente atados a las tareas de sus empresas jefas, que también tienen las manos manchadas de sangre, al igual que algunos jueces y muchos otros a los que no les queda más remedio que continuar el círculo de la mentira y la injuria contra dirigentes que pretenden llevar adelante un proyecto de inclinaciones populares. Pero volvamos.

De los campos de concentración activos, el más, más temido, era la ESMA. Comandado por Massera y dirigida por el vice-almirante Chamorro y el capitán Jorge (el Tigre) Acosta. En la ESMA se llevó a cabo una de las estrategias más siniestras del terrorismo de Estado.

Los detenidos eran cada vez más y la orden diaria era que todos fueran eliminados. Ocultar tantos cuerpos era imposible, por lo que se inventó el método del traslado, que consistía simplemente en llevar al detenido a un avión y arrojarlo al Río de la Plata. Los vuelos de la muerte tenían la finalidad de deshacerse de los cuerpos de los detenidos ya que para la dictadura, sin cuerpos no había pruebas, y sin pruebas no había delito.

A pesar del horror y la represión, muchos familiares de secuestrados comenzaron a recorrer las oficinas públicas, juzgados y comisarías. Muchas eran madres que buscaban a sus hijos, hijas y nietos, puesto que algunas de esas muchachitas habían sido secuestradas durante sus procesos de gestación. Lo que no imaginaban estos familiares era que en los centros de detención también funcionaban maternidades clandestinas donde las secuestradas daban a luz y sus hijos eran apropiados por sus mismos represores o entregados a familias cercanas a ellos.

La búsqueda individual se volvió colectiva: El 30 de abril de 1977, distintas madres de desaparecidos se encontraron espontáneamente en la Plaza de Mayo. Como las reuniones estaban prohibidas, las madres comenzaron a circular, se sabe, alrededor de La Pirámide (primer monumento patrio de a Ciudad de Buenos Aires) y allí es como nacieron las Rondas de las Madres de Plaza de Mayo.

¿Qué se decía en ese entonces? Bueno, sabrá, la respuesta no ha cambiado mucho: "si esas madres se hubieran preocupado antes por sus hijos como se preocupan hoy, ahora no estarían lamentando la desaparición de ellos."

Las madres y los padres comenzaron de a poco a recibir la atención de los periodistas extranjeros. Tal fue el caso del Buenos Aires Herald, el diario de la comunidad británica Argentina. Este periódico fue uno de los pocos medios que tocó el tema de los desaparecidos, pues tenía cierta inmunidad al estar escrito en inglés y avalado por la embajada británica. En la Argentina de Videla la verdad sólo podía leerse en otro idioma, pero así fue como las madres comenzaron su lucha.

Bien. Se puede definir la tortura que se aplica bajo la dictadura de Videla como una aplicación racional del dolor: Es esencial para la tortura que el ser humano sienta dolor, pues el sufrimiento es constitutivo de éste. Se lo aplica sobre todo en la carne y existe un sufrimiento moral, al que también se explotó terriblemente. Pero el cuerpo, cuando es presionado, cuando es tironeado, cuando se le aplica electricidad con la picana, el cuerpo sufre, el prisionero grita y , finalmente confiesa.

Lamentablemente, en tiempos actuales la tortura sigue siendo el arma más efectiva que un ser humano aplica contra otro. Estamos arrojados al mundo solos, usted lo sabe, por lo que debemos emprender la ardua tarea de impedir la tortura. ¡Vaya detrás de una pelea por un Estado democrático inclusivo, que respete al otro, que vea en el otro a un ser humano al igual que uno! Y verá cómo la batalla se convierte en una lucha por la que vale la pena vivir. Involucrémonos, estudiemos, trabajemos para ser protagonistas e impedir que todo intento de humillación de los seres sea castigado por una justicia verdadera.

Dedico este artículo, de comienzo a fin, al profesor José Pablo Feinmann, quien me ha enseñado y dado las herramientas para poner en marcha esta cabecita a la que no le alcanza el tiempo de seguir escribiendo.

"EN UN MUNDO DONDE EL SILENCIO DE DIOS ES AGOBIANTE, LOS SERES HUMANOS TENEMOS LA OBLIGACIÓN DE TOMAR LA PALABRA."





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