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Perfil psicológico de una mujer golpeada

Hay muchas mujeres inmersas en círculos de violencia intrafamiliar que son víctimas de diversos abusos. Esta vinculación cíclica muchas veces se debe a que el agresor muestra arrepentimiento, ruega y hasta se victimiza para lograr recuperar la confianza de a quien dice amar.

La premisa es generalmente la misma, esta será la última vez, solo se trató de un evento excepcional, que no volverá ocurrir, pero lo cierto, es que este proceso se repite de manera reiterada sin que los cambios positivos prometidos sucedan.

Es que debemos entender que no es cierto el mito popular que dice que las mujeres maltratadas permanecen al lado de su maltratador “porque les gusta” o porque son impasibles a los episodios de violencia que enfrentan.

Nadie que se encuentre en equilibrio de estructura emocional, psíquica y física, siente agrado por el agravio, la degradación, la humillación o los golpes, ya que estamos hablando de situaciones que atentan contra su integridad.

Y es importante resaltarlo, ya que este tipo de concepciones culturales y sociales desatinadas son el primer paso para revictimizar a las personas, ¿Qué quiere decir esto? Si entendemos desde la mirada profesional a las acciones de ambos protagonistas como voluntarias, se obstaculiza la búsqueda de tramitación a la problemática.

¿Por qué? existen múltiples factores por los cuales una mujer decide mantener una relación a pesar de la violencia. Y aunque se tiende a creer que no pueden existir motivos de carácter racional que sirvan para mantener en pie una relación dañina, se han registrado muchos condicionantes que actúan en contra de la voluntad individual cuando hablamos de este tipo de entornos disfuncionales. Algunos de estos condicionantes mencionados con anterioridad, podrían ser la baja autoestima, los apegos y la dependencia que influyen dañina o negativamente en el problema.

Primero podemos hablar sobre la educación recibida por las mujeres en una cultura que las considera secundarias, desencadenando así conductas implicadas a lo que en psicología puede llamarse una indefensión aprendida, que no es más que una alteración en la función cognitiva de la mujer, que genera “una conducta pasiva ante hechos que puede percibir como incontrolables”. Básicamente la función cognitiva de la mujer está centrada principalmente en la supervivencia, dejando así en segundo plano la búsqueda de poner fin a sus relaciones violentas. ¿Qué quiere decir esto? Que la mujer inconscientemente naturaliza su estado actual, su vinculación nociva, y trata de pasar sus días de la mejor manera posible junto a su agresor. Es como aprender a no defenderse porque se ha estructurado inconscientemente la creencia de que luchar contra el abuso, no logrará detener las agresiones del otro. Por lo que la mujer crea estrategias para mantenerse segura. Su comportamiento se centra y naturaliza en tratar de disminuir el dolor y no en frenar las agresiones. La mujer que es maltratada realmente piensa que no puede hacer nada más. Perciben como incontrolable las situaciones que le rodean, lo que afecta más su autoestima. Es entonces cuando, la persona se valora tan poco que empieza a buscar justificaciones. Por lo que la autoestima de las mujeres en esta condición tiende a ser más baja de lo normal, llevándolas a tener pensamientos enfocados al fracaso e inseguridades que las impulsan a aferrarse a las relaciones que tienen, así sean violentas. Muchas mujeres tienen el impulso de dejar la relación violenta, al punto de llegar incluso a las denuncias y a las instancias judiciales, pero ante la mínima amenaza de la pareja terminan “echándose para atrás” precisamente por la baja autoestima, y la poca ayuda percibida del exterior.

Aquí de igual forma juega un papel importante la dependencia económica, porque las mujeres que están ligadas a sus parejas maltratadoras en términos de supervivencia, sin que tengan otras redes de apoyo, tienden a continuar en este tipo de relaciones. Por lo que si a esto se le suma las presiones familiares o sociales, el círculo se hace aún más dañino.

Otra variable que atraviesa este tipo de perfil es el de apego, no hay que desentenderse de que algunas mujeres están convencidas de que no encontraran algo mejor. No son lo suficientes para empezar una relación mejor, forjando la forma de vincularse desde un apego emocional fuera de equilibrio. En muchos casos, los hijos, se convierten en un medio de chantaje emocional dejando de lado que los hijos criados en entornos así van a tener problemas emocionales graves a futuro.

Hay otros elementos como “los mandatos” culturales y religiosos que se suman, dado que algunas mujeres, incluso en esta época, no rompen sus uniones por considerar que hay que preservar el concepto de familia a toda costa y que “lo que Dios unió no lo puede desunir el hombre”.

Otros efectos

Además de esto, en las víctimas se configuran estados emocionales caracterizados por altos niveles de ansiedad, depresión, frustración, aislamiento social y una pérdida significativa de confianza en sus habilidades. Factores que se presentan subjetivamente y en distintos grados.

¿Y entonces qué hacer?

Primero hay que entender que estas personas no caen en la situación porque quieren sino por condiciones que requieren tratamiento y acompañamiento; y no censura. Presentan una alteración emocional que requiere intervención especializada, tratamientos basados en un diagnóstico claro desde el punto de vista emocional. Y dependiendo de los hallazgos específicos, se puede abordar con psicoterapia y/o medicamentos, de ser necesario.

Hablando más puntualmente desde la evaluación psicológica, se entiende como primer paso el acordar con la mujer el consentimiento informado. Es importante que la mujer comprenda el por qué es importante la evaluación, qué tipo de información se va a recoger. Dadas las implicaciones legales del maltrato a la mujer, debe saber que los datos obtenidos pueden o deben tener tratamiento jurídico. Es importante que se sea sensible a estas emociones y se proporcione un encuentro terapéutico que facilite la comprensión y la curación, a la vez que se está recogiendo la información.

A la hora de evaluar y planificar la intervención psicológica es adecuado pensar en la necesidad de analizar el tipo y patrón de violencia, abuso y control; los efectos psicológicos del abuso; las estrategias de las mujeres maltratadas para escapar, evitar y/o sobrevivir al abuso; los factores que median tanto las respuestas al abuso como las estrategias para sobrevivir a éste. Todo analizado dentro del contexto social, cultural, político y económico.

En cuanto a las técnicas de evaluación, las más utilizadas han sido las entrevistas y los cuestionarios, recomendándose una evaluación multimétodo. En esta evaluación se recomienda una escucha activa, empática, que proporcione reconocimiento sincero de la experiencia, sin ser juzgada.

Aunque mayormente no se ha analizado su eficacia, son varios los tratamientos que se han llevado a cabo con las mujeres maltratadas. Cualquier sea el caso, es importante destacar que no todo tipo de terapias es adecuado. La psicoterapia tradicional deberá modificarse de modo que tenga en cuenta el impacto específico del trauma de la mujer. Se deberá trabajar sobre los principios que sean más relevantes como la seguridad de la mujer, su empoderamiento, el énfasis en sus puntos fuertes, la educación, la transformación de sus alternativas, recuperar la claridad en sus juicios, la comprensión de la opresión y la toma de sus propias decisiones.

Para poder alcanzar estas metas, la psicología cuenta con una serie de técnicas y estrategias, ej. para el control de la ansiedad; técnicas cognitivas para identificar y modificar los posibles pensamientos distorsionados; entrenamiento en habilidades sociales; reducción de estrés y entrenamiento en solución de problemas.

El acercamiento terapéutico puede ser llevado a cabo tanto de forma individual como grupal, y también pueden combinarse ambas modalidades, en función de las necesidades de cada mujer.

También se suelen usar diversos test que nos permiten evaluar, desde de la presencia de estrés postraumático y/o sintomatología depresiva, somática y de ansiedad; hasta los abusos concretos a los que la mujer ha estado sometida, su apoyo social, autoestima y seguridad en sí misma, así como su forma típica de hacer frente al maltrato de su pareja.

Ya que, es muy importante tener en cuenta las circunstancias particulares en las que se encuentra la mujer, para garantizarles así las estrategias que se ajusten a su caso.

Es preciso siempre, para protección de la persona, alejarse del agresor, entendiendo, que es un proceso muy difícil que requiere soporte a través de amigos, familia y conocidos. Lamentablemente esto no es siempre así, debemos señalar que en estos casos la intervención es más compleja, porque algunas de las estrategias que se trabajan con la mujer pueden tener una utilidad muy limitada ante el control ejercido por el maltratador, es fundamental, entonces, hacer hincapié en las medidas de seguridad, informarle de qué pasos debe seguir ante un ataque, a qué lugares puede acudir a solicitar ayuda, los riesgos que corre, etc.

Además, se espera que, ante cualquier indicio, el sistema de salud y el entorno inmediato de la víctima estén disponibles para realizar un acompañamiento integral, que ayude a iniciar el proceso de análisis y mejora de la calidad de vida de la víctima.





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