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Mi reino en 35 mts2

Este es mi imperio, mi reino en cuarentena. Desde el acantilado al extremo norte con todo y sus cuatro metros de altura que nos hace testigos de la inmensidad también conocida como pulmón de manzana. En la lejanía los ecos de un tambor enemigo amenazan la paz.


Dos pasos al sur, atravesando la muralla de vidrio corredizo, se encuentra mi posada de una plaza y media, mi orgullo y mi pasión, mi lugar en el mundo con colchón de resortes. Incontables las horas de descubrimiento filosófico ocurren allí, en las noches cuando todo se apaga, se puede ver en mi firmamento de yeso blanco un desfile de ideas, luces que no me dejan dormir, será este solo el comienzo o una página más al final?


Un metro después en nuestro recorrido descendente está la tierra de la diversión. Un paraíso con una meseta ratona al centro flanqueada al este por las planicies de cuerina negra, añejas y primordiales ya dejan ver la espuma entre sus grietas… Tengo que re-tapizar el maldito sillón. Y al oeste se eleva hasta la expansión del cielo una reliquia de civilizaciones anteriores; cuenta la leyenda que los antiguos erigieron esta maravilla de MDF empapelada en wengue porque estaba en promo de cybermonday en mercado libre. Hoy, cubierto de las arenas del tiempo, alberga tecnologías anacrónicas y eternas que sólo podemos imaginar su función, por ejemplo, en el medio existe un espejo negro que ocupa con su mirada vacía todo el centro de la estructura, cual cíclope ciego refleja nuestra mirada perdida de vuelta. De vez en cuando, igualmente, una magia lo posee y comienza a irradiar luces y brillos que componen imágenes del mundo. Imagenes de hombres en tierras lejanas con sus rostros tapados como una civilización de ninjas, que hacen largas peregrinaciones sagradas para conseguir sustento. Real o irreal, no lo sé, solo puedo fantasear con alguna vez conocerlos. Abajo está la play.


Continuamos con otros dos pasos más al sur y allí nos da la bienvenida una planicie que se expande hasta donde da la vista. Nuestros mejores científicos ubican sus dimensiones en términos de los cuatro metros cuadrados, pero todavía no se pudo llegar al consenso. Hacia el este de la llanura mi sastre, escondido detrás de compuertas de madera maciza, confecciona los ropajes reales que visto a diario, mi antropólogo personal los llama “jogging y remera vieja”, a mi me cuesta pronunciar ese lenguaje arcaico y muerto. Al oeste, por otro lado, es el centro de producción de mi imperio: sobre patas de acero teñido descansan los elementos que generan mis incontables riquezas. Utilizando la tecnología oriental conocida como “tele-trabajo” puedo traer el pan a la mesa a mi población de uno. Por qué mi zona industrial se encuentra tan lejos de mi morada? Unos infinitos cinco pasos nos separan. No lo sé. La orografía de mi reino chorizo lo dispuso así. Siendo zona industrial no puede faltar un distrito de recreación para mi único trabajador, por lo tanto, se adorna y embellece con música que brota cual manantial de vibraciones de un hablante redondo de diente azul acompañado de una pelota anti-stress con la forma de la cara de Darth Vader. Después de todo un trabajador feliz es un trabajador productivo.


El camino se bifurca un paso y medio luego de la zona industrial. Hacia la derecha el yermo, hacia la izquierda es una zona poco explorada cerrada al público general por falta de uso y, sobre todo, defensa ante la invasión; por sus poros transpiran las vibraciones hostiles. El yermo está protegido por otra puerta que debe mantenerse cerrada a toda costa debido a la emanación de hedores putrefactos provenientes de un tazón de porcelana que forma la pieza central de la arquitectura. Eterno descanso y trono de los dioses de antigüedad posee a su lado una fuente, también de porcelana, que lanza sus chorros de agua hacia las alturas, como queriendo ofrendar el líquido sagrado de vuelta a los cielos. Por el contrario, un paso más allá podemos ser testigos de una cascada termal donde, según los mitos de aquellos que creen, cuerpos desnudos se deshacen de sus pecados. En mi caso particular prefiero que sea día por medio.


La zona poco explorada también se conoce, en élfico occidental, como “cocina”. Se cuenta que en tiempos inmemoriales era utilizada para la producción de alimentos, en mi caso, su única función es servir como antesala del polo sur de mi dominio. Con el aliento fresco encapsulado del dios Patrick se protegen las bacanales y los festines dignos de un emperador como yo. Brebajes maltosos y fructuosos, restos de cacerías pasadas y algún que otro yogurt vencido que nunca tiré.


Estos son los cuatro puntos cardinales de mi territorio, feudo de mensualidades con aumento anual. Monarca y plebeyo, productor y dueño de los medios soy la población entera entre las murallas de mi protección anti-viral; los treinta y cinco metros cuadrados donde las veinticuatro horas de mi día transcurren en elemental soledad y donde…



UH!, otra vez el vecino con la cumbia al palo, pero que pedazo de hijo de put...




Tom McCoffee.


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